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Entrevistas

"El humor es una enzima que nos permite digerir la realidad."

El ciclo Somos abre el 2025 presentando a Eduardo Gotthelf, cipoleño por adopción, referente patagónico de la microficción y también autor de novelas, entre otras, “Los desalmados no resucitan”, premiada y publicada por el FER.

Fecha: 18 de febrero de 2025
Eduardo Gotthelf, autor de Los desalmados no resucitan (FER, 2021).Crédito: Gentileza Eduardo Gotthelf

Por Sebastián Carapezza

Eduardo Gotthelf nació en Buenos Aires en 1945. Además de escritor es Ingeniero en Petróleo, profesión que lo llevó a recorrer distintas geografías de nuestro país. Hasta que llegó a Cipolletti, y eligió quedarse y fue bienvenido. Allí vive desde hace medio siglo y se nota (...a veces el paisaje de un lugar se ve más claro a través de su gente). 

Eduardo tiene la mirada serena de los valles y el tono tranquilo de esas siestas bajo los álamos que sombrean las acequias. Desde los primeros minutos de esta charla se lo percibe buscando las palabras precisas, necesarias, como cuando se elige la mejor fruta durante la cosecha. Desde ese territorio, sus memorias, se abre el diálogo… 

“En una época se decía que Cipolletti era el dormitorio de Neuquén, porque la actividad económica estaba allá. Cuando llegué era un pueblo muy chico, recuerdo que vivía a unas cuadras del centro y aún ahí las calles eran todavía de tierra….  Siempre la percibí muy diferente a otras ciudades patagónicas…

Por supuesto, allá en los años 70, la cultura en estos lugares no era algo importante ni mucho menos…  En ese sentido, la localidad con más vida cultural en el valle era Roca, y creo que lo sigue siendo”.

- ¿Cuándo nació tu vocación por escribir?

- Pienso que la madre de la escritura es la lectura… Siempre leí mucho, desde muy chico. En casa había muchos libros y ninguna pantalla, quizás por eso siempre fui muy lector. Recuerdo que de muy chico me marcó la obra “Decadencia y caída de casi todo el mundo” de Will Cuppy. Quizás fue Marco Denevi con “Falsificaciones”, textos cortos y con humor, lo que creo que hizo germinar una semilla en mí.

Empecé a escribir en el secundario, cuando ya tenía otros hobbys e intereses. Por ejemplo, desde pequeño soy aficionado a la prestidigitación y promediando el secundario me hice radioaficionado -algo que ya no existe ni tendría sentido en la actualidad. En la universidad pausé la escritura y me aboqué al estudio. 

A lo largo de los años viví en varias ciudades y eso también influyó. Nací en Buenos Aires y a los 7 años mi familia se mudó a Mendoza; después comencé a estudiar en Santa Fe. Con el trabajo también comencé a girar por diferentes lugares y más tarde vieron el casamiento, los hijos, la familia. Así que recién volví a escribir por los años 80, de una forma muy casual: compré una máquina que era casi una computadora con algunas características propias de un procesador de textos. 

Ahí me entusiasmé y comencé a hacer diferentes talleres disponibles en la zona, me fui enganchando y nació mi primer libro. En esos momentos lo que escribía era básicamente cuentos mediante textos cortos, sin tener ni la más pálida idea que existía algo que se llamaba “microficción”, que había sido consagrado por la crítica como un género independiente porque no podían encasillarlo en otros lugares. Así que en el 2007 nació mi primer libro de microficciones.

- Me contabas que nunca integraste un centro de escritores… ¿Cuáles son los momentos que encontrás para escribir?

- Básicamente escribo cuando me da la gana, no tengo horario… y si bien me han dado consejos para estructurar la productividad, no lo he sostenido. Entiendo que hay mil formas de inducir la escritura y después cada uno hace lo que puede. En lo personal, no me interesa tomarme unas copas ni fumar nada, creo que esas cosas no sirven. Tampoco me angustio si no me sale nada. Sin dudas que escribir es un acto muy solitario donde muchas veces ni siquiera se habla de lo que se escribe… con mucha suerte publicás y tenes cada tanto algún feedback. Lo que sí creo es que, definitivamente, en esto hay un 1 % de inspiración y el resto es transpiración. 

Cada novela contiene lo que llamo “el crochet”, que son las señales que uno deja en tal momento de la historia para ser retomadas varios capítulos después, y eso requiere trabajo.
Hay que dejar que los textos maduren. Y corregir. Sin ir más lejos, mi último libro de microficciones “Mientras el lobo no venga”, contiene textos de hace tres o cuatro años, pero también de diez o doce años atrás. Es que cuando no se me ocurría ningún tema nuevo, abría mi archivo de inéditos y los seguía corrigiendo, modificando alguna cosita hasta el momento de su publicación.

Creo que en algún punto existen denominadores comunes entre mis cuentos, trazos compartidos. En la temática son muy diferentes y dispares, pero quizás todos tienen un mismo tono, un lenguaje irónico y cierto humor… El humor es una enzima que nos permite digerir la realidad, con la que se pueden decir cosas que hablando “en serio” no. 

El humor tiene una propiedad sedante y permite escuchar temas que se repiten seguido en mis textos, como es la estupidez humana, colectiva. Es que creo que en muchos aspectos estamos serruchando la rama del árbol donde estamos sentados. 

- La obra “Los desalmados no resucitan”, editada por el FER, fue tu primera novela después de publicar decenas de cuentos, ¿a qué se debió el cambio de formato?

- La verdad es que se dio sin querer. La idea original era hacer un libro de microficciones relacionadas con un mismo tema. Pero tiempo después me di cuenta que no tenía sentido pensar en una novela a través de microficciones porque, en realidad, cada una de ellas es un mundo que se cierra sobre sí mismo. No es algo que podés seguir en el próximo capítulo. La microficción te entrega un mundo que tenés que completar vos con muchos menos datos de los que entrega un cuento, una novela, una película.

Sentí que a medida que escribía iban creciendo los personajes, comenzaban a consolidarse y a formar una historia mucho más larga. Entonces seguí sin saber para dónde iba. En un momento pensé que sería como una especie de “crónicas marcianas” de Red Bradbury, una serie de cuentos independientes que se desarrollan en el mismo entorno. Y de repente me di cuenta que estaba escribiendo una novela, que fue finalmente seleccionada por el FER con el segundo premio de la Convocatoria anual de 2020.

- ¿Cómo describirías la trama de esa obra?

- La historia transcurre en el futuro, cuando un objeto no identificado se dirige hacia la tierra y creen que toda vida va a desaparecer. El punto de impacto es la Patagonia y la humanidad está en peligro. Normalmente en las historias de ciencia ficción que vos leés en otros libros ¿dónde pasan las cosas? Viene la nave extraterrestre y aterriza en el Capitolio o en Nueva York… Por eso sitúe la novela en la Patagonia, como contraposición. Acá son cuatro o cinco personas del sur del continente peleando contra todo el mundo. Es un poco distinto. Si bien se puede tomar como ciencia ficción distópica, también es utópica.

La novela, escrita entre 2017 y 2019, tiene un toque de humor que no suele encontrarse en la ciencia ficción. Ese condimento que sin dudas la hace singular, es para el autor un valioso recurso:

- Me gusta decir con humor aunque detrás de todo eso hay una mirada sobre nuestra civilización, sobre la forma en la que estamos destrozando nuestro hábitat y las consecuencias que eso puede tener. La obra puede funcionar también como espejo de la realidad, una mirada desde el futuro hacia la actualidad.- precisa.

- En la dedicatoria del libro mencionás tus deseos de supervivencia de la especie. ¿A qué te referís concretamente?

- La dedicatoria del libro es en sí una microficción. La mención refiere a la contradicción de una especie que es inteligente, que ha llevado el desarrollo a lo que es hoy, donde el conocimiento humano se va duplicando cada vez más rápido…  y sin embargo, no somos capaces de ponernos de acuerdo en cosas básicas, de entender que nos van a llevar puestos si no hay un cambio radical -algo que no preveo-. 

Esto de progresar y creernos que somos más de lo que somos, nos conduce a un lugar con mal pronóstico, con pocas vueltas en el carretel. Creo que las señales de las cosas que pasan, y sus efectos, no son tenidas en cuenta. Por ejemplo, no puedo creer que todavía existan personas que nieguen el calentamiento global…

- ¿Cómo fue tu experiencia de edición con el FER? ¿Por qué considerás que fue seleccionada tu novela? 

- Durante años no presenté nada en el FER porque tenía pésimas referencias de escritores que habían ganado el concurso y nunca los habían publicado. Sin embargo, en lo personal, mi experiencia fue excelente. Conocí a su anterior directora, Eliana Navarro, y me encantó: le ponía mucha garra y permitió que hiciéramos un muy buen trabajo de edición en conjunto. El nombre del FER, para mí era una mala palabra hasta ese momento. Creo que quienes están ahora tienen la intención de hacer las cosas bien… Me gustaría que estén presentes en la Feria del Libro en Buenos Aires, que es una verdadera vidriera para los autores del interior.

Respecto a mi premiación, no tengo idea qué les habrá gustado ya que no tengo relación alguna con aquel jurado. Puede ser por causas muy aleatorias. No obstante, creo que un punto muy interesante puede ser el narrador no humano que se tiene en cuenta para escribir únicamente verdades certificadas. A su vez, me parece interesante el tema, y la idea del alma como una molécula que se puede trasladar. Es increíble como después de todas las cosas espantosas que suceden, la novela termina bien. 

- ¿Cómo se gestó tu segunda novela, “El olimpo criollo”?

- Hace más o menos cuatro años que estoy escribiéndola. Durante la pandemia estuvimos muy activos con un amigo que vive en Bariloche, Jorge Otegui, con quien llevamos 20 años escribiendo. Sin intención en principio de publicar, él era un personaje de esta novela y yo era otro, e íbamos inventando una historia, capítulo tras capítulo, una vez cada uno. 

Cuando ese juego terminó, lo que teníamos escrito ya contaba con un volumen importante, entonces decidimos publicar una vez que lo tuviéramos editado, faena que insumía una cantidad enorme de tiempo: algo que nos posibilitó la pandemia. Una de las características que tiene esta novela es que toma los mitos de la antigua Grecia y los traspone a una estancia argentina con personajes humanos, con gente de carne y hueso, no con dioses. Así nació la estancia de “El olimpo”. Ese libro aún no fue publicado ya que siempre quise que tuviera una difusión más masiva. 

Por otro lado tengo recién terminada y pulida mi tercera y última novela que se llama “La tierra prometida”. Es de ciencia ficción y también hace énfasis en la estupidez colectiva, presenta eventos que involucran a toda la humanidad. 

Presentación de “Los desalmados…” en el Complejo Cultural Cipolletti (Archivo FER).

LA MAGIA DE LO BREVE

Eduardo es, sin dudas, un incansable promotor del género brevísimo. Tanto la constante tarea de difusión como sus creaciones literarias lo han situado como uno de los referentes de la microficción más importantes de la Patagonia.  

En muy sintético repaso por su producción, pueden mencionarse “El sueño robado y otros sueños”, (1995); “Cuentos Pendientes”, (2007); “Principio de incertidumbres”, (Libro objeto, 2009);  “Paraísos Paralelos”, (2012);  “Legislación urgente para el logro de una Humanidad Sustentable, (Libro objeto, 2015); “Mentos y Veros (Libro objeto, 2016); “Mientras el lobo no venga” (2020). “Los desalmados no resucitan”, su primera novela, tuvo muy buena repercusión en diversos ámbitos. Entre otros, un interesante análisis realizado por la Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (RANLE) que puede leerse aquí

Pero esto no es todo. También es un gran impulsor del subgénero “microficciones teatrales” en la región, gestionando y coordinando concursos para este tipo de obras en 2015, 2017, 2019. 

- ¿A qué llamás “microficciones teatrales”?

- La microficción es un microorganismo mutante y una de sus formas posibles es la microficción teatral, subgénero poco explorado tanto por los autores como por la crítica. Es un ámbito donde he trabajado mucho, entendiendo que son textos que pueden ser representados. Sin dudas que en este caso lo fuerte es lo no dicho, su silencio, que después el lector tiene que completar. 

La microficción teatral tiene la característica de una obra dramática. Y se me ocurrió armar un concurso dedicado a ese formato en Cipolletti, algo que hasta el 2015 no existía. De esta manera le propuse al entonces Director de cultura de la Municipalidad, Jorge Onofri, la realización de un certamen al que bautizamos “Primer Concurso Nacional de Microficciones Teatrales”. El evento tuvo alcance nacional, participaron escritores de toda Argentina. No encontré hasta hoy otros antecedentes en el país ni en América Latina, el único similar que conozco se hace en España. En aquel concurso estuvieron en el jurado nada menos que Luisa Valenzuela, Raúl Brasca y Raúl Rovner. Seleccionaron dieciocho obras que luego conformaron una antología que fue impresa. (Disponible en este link)

El concurso se realizó por dos ediciones más, en 2017 y 2019. La gente del teatro se interesó mucho en esta propuesta que sigo empujando para realizar el cuarto concurso sin apoyo alguno… Es que básicamente todo lo que entra en el rubro de cultura no tiene financiamiento ni recurso, y no se le da la importancia que nosotros creemos que tiene, por eso muchas cosas están hechas a pulmón.

Hablando de poner el cuerpo, de las ganas y motivaciones que superan casi siempre a los recursos materiales existentes, en determinado momento de la charla, pantalla de por medio, Eduardo me cuenta cómo se enganchó con hacer un libro distinto y  empezó a experimentar con los libros objeto. Me muestra, por orden de publicación, las tres obras que editó en ese formato. Son una más sorprendente y creativa que la otra. Aprecio también el entusiasmo del autor al hablar de sus pequeñas creaciones, a las que describe sintéticamente así: “En el año 2009 publiqué mi primer libro objeto llamado ‘Principio de incertidumbres’, que es un frasco con los escritos de microficción en su interior. El segundo se llama ‘Legislación urgente’ y tiene el formato de un reglamento de truco. El tercero se puede abrir de múltiples formas y se llama ‘Mentos y Veros’” . 

Firma de ejemplares (Archivo FER)                      

La charla sigue y se invierten los roles. Eduardo me pregunta cómo es mi metodología de trabajo y qué me pareció su último libro. Trato de dar una explicación lo más completa posible y sucumbo en el intento… me faltó expresarle que una de las cosas que más me gusta de su obra es precisamente ese humor al que se refirió. También pregunta sobre la coyuntura cultural y qué horizontes posibles veo…  definitivamente siento que ahora soy yo el entrevistado. Trato de responder sin aburrirlo, y sin saber por qué, en ese momento viene a mi mente uno de sus microrrelatos: “Profecías”, del libro “Mientras el lobo no venga”, que resultó ganador del VII Concurso de Microrrelatos Paréntesis de  España en 2013. Se lee allí:

“‘El sábado habrá una gran fiesta en casa de los González’. Lo dijo y repitió por todo el pueblo. Nadie sabía de ese festejo, ni siquiera los González, pero todos se prepararon, incluso los González. La fiesta fue un éxito.

´El domingo, Bernal será elegido alcalde por amplia mayoría’. Lo dijo y repitió por todo el pueblo. Como nadie quería votar a un perdedor, Bernal arrasó en las urnas.

´El martes, en la plaza, habrá una balacera entre bernalistas y antibernalistas´. Lo dijo y repitió por todo el pueblo. Al amanecer de ese día, oficialistas y opositores, con insignias cosidas en las mangas, comenzaron a llenar la plaza en silencio. Todos llevaban armas”.

- ¿Alguna receta, GPS, manual de instrucciones para quienes recién comienzan a escribir ficción? 

- Si me preguntan qué tres cosas le diría a alguien que escribe, enumeraría: corregir, corregir y corregir. Y esas tres requieren un tiempo de maduración. Creo que es una de las instancias más importantes. Además, les diría que lean mucho y lo más variado posible. Creo también que al estudio de las letras hay que desarrollarlo, leyendo y escribiendo, porque sólo no garantiza nada… son muchos los docentes o profesionales que no se animan a escribir. Creo que es cuestión de animarse. 

Muchas veces me preguntan cómo siendo ingeniero también escribo novelas y lo que sostengo es que tener una educación formal distinta no me ha impedido sino que me ha permitido ser escritor… porque Borges no me pesa, me encanta, lo admiro, sé que era un jodón bárbaro y escribía increíble, con ese humor seco y tan punzante que tenía como sello característico. Entonces lo mejor que puedo llegar a ser es un Gotthelf, no un Borges.


Ciclo Somos │ Coordinación, producción y edición: María Eugenia Aliani - Entrevista: Sebastián Carapezza

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